Chantal Akerman, « Letters Home » , 1986

Chantal Akerman firmó entonces, en soporte vídeo, su único ensayo de teatro filmado, colocando su cámara delante e incluso en un plató que reunía de forma íntima, a puerta cerrada, a Delphine y Coralie Seyrig. Fue en esta ocasión cuando conoció a Claire Atherton, con quien colaboró durante más de treinta años. 

“El 11 de febrero de 1963, Sylvia Plath, poetisa estadounidense, 30 años, casada y con dos hijos, se suicidó. Hasta entonces, una larga y minuciosa correspondencia la unía a su madre. Françoise Merle montó un espectáculo en 1984 en torno a esta correspondencia, una cantata a dos voces donde la de la madre y la de la hija se fundían, se respondían, se separaban o se buscaban. Chantal Akerman ha recorrido este camino que lleva de la locura a la muerte, un camino constantemente jalonado por este intercambio de frágiles voces donde se expresa la dificultad de escribir, los dolores y las alegrías de la vida de amante y de madre. Como siempre, Akerman trabaja primero sobre el tiempo, y el tiempo de la locura es un material ciertamente difícil de percibir pero extraordinariamente motivador. Todo el proyecto se basa en una propuesta: el ritmo de la película debe seguir los entresijos de la mente de la heroína. Entre los periodos de euforia y la velocidad intensificada de las palabras que se cruzan, superponiéndose unas a otras, hay algo más que un paralelismo: hay una verdadera ósmosis que el rodaje (íntegramente en plano/contraplano) y el montaje (jugando con el corte alternativo, gracioso o milagroso del cut) enfatizan hasta el infinito. 

Anteriormente, para sus películas norteamericanas, por ejemplo, Chantal Akerman prefería jugar con la riqueza de la larga duración; allí adapta su mirada y su escucha a las palabras instintivas de una correspondencia vivida intensamente. Además, cuando Sylvia tiene sus primeros amoríos, toda la película parece arrebatarse de alegría, la imagen enfatiza a voluntad las sonrisas ávidas y los ojos chispeantes de un rostro risueño encuadrado de cerca con una velocidad llena de sentido, y, cuando, por el contrario, la angustia aumenta, es el nudo en la garganta y las uñas mordidas lo que marca el tono de una imagen que luego se transforma en colores verdosos y muestra pieles pálidas. En esta película de vídeo hay tal intensidad de mirada, tal deseo de intercambiar palabras de consuelo, y también tal deseo de herir, que las imágenes, los sonidos, cruzados entre sí, terminan haciendo daño. De estos cruces incesantes nace una emoción difícil de contener.” 

Antoine de Baecque, Cahiers du cinema, nº 399, septiembre de 1987