Ce qui nous pousse

Las obras esbozan retratos de hombres, mujeres y niños atrapados en un día a día eminentemente político. Evocan los motivos de una partida, las tribulaciones de un viaje o la difícil adaptación a una nueva identidad. Habituados a su desarraigo forzoso o atormentados por el de sus padres o abuelos, los artistas conjuran las asignaciones políticas y dan cuerpo a una experiencia que su sobremediatización ha transformado en tópica y vaciada de realidad. 

Algunos inscriben sus temas en una geografía y una temporalidad, dejando que la sucesión de planos secuencia revele vidas en espera. Otros desafían la gramática cinematográfica para traducir mejor las limitaciones que pesan sobre las vidas sacudidas y la fuerza interior necesaria para liberarse. Sumergen a sus personajes en la inestabilidad de encuadres fragmentarios y montajes a flor de piel, sin principio ni final, que remiten a la violencia, los sueños rotos y las dificultades cotidianas. La cámara es su mejor aliado, como un alter ego. Situada a una buena distancia, horizontal y amable, registra las voces y los gestos con naturalidad, comprensión y, a veces, humor.