Vasarely

Presentación por los comisarios de la exposición (Michel Gauthier y Arnauld Pierre)

Si el nombre de Vasarely evoca imágenes coloridas jugando con la ilusión óptica, la envergadura y la lógica de su obra siguen siendo una incógnita más de veinte años después de su desaparición. La última gran exposición parisina dedicada al artista se remonta a 1963, en el Museo de Artes Decorativas. La retrospectiva que le invita a descubrir hoy el Centro Pompidou aborda su obra en todas sus facetas, sin limitarse a aspectos alineados con la idea generalmente preconcebida del gran arte. Gracias a un conjunto excepcional de casi ochenta pinturas, una integración arquitectónica y una vasta selección de múltiplos, el visitante podrá descubrir a lo largo de esta retrospectiva una obra que figura, con el DS o los sillones de Pierre Paulin, como una de las grandes mitologías técnicas y culturales de su época.
Esta exposición pretende desvelar el "software" de Vasarely y su doble dimensión. Como heredero de las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX, y especialmente de la Bauhaus, Victor Vasarely se embarca en la ingente tarea de secularizar el arte. En otras palabras, se esfuerza por definir modos de diseño y de producción que permitan una amplia difusión social del arte. Al mismo tiempo, y esta es la otra gran dimensión de su trabajo, Vasarely desarrolla formas que atraen la vista mucho más que la pintura abstracta en general y por ello pasará a la historia como inventor del arte óptico-cinético. La exposición le invita a descubrir cada una de estas dos dimensiones y la forma en que se articulan entre sí.

Vasarely se forma en Budapest con las vanguardias históricas. Su maestro, Sandor Bortnyik, es una de las principales figuras del modernismo húngaro. La primera parte de la exposición muestra un Vasarely que adapta el lenguaje del modernismo a la comunicación comercial y, desde principios de los años 1930, asienta en sus trabajos publicitarios y en varios estudios los fundamentos de su futura obra. La serie Zèbres (Cebras) anuncia de manera sorprendente las formas óptico-cinéticas que surgirán dos décadas después.

Luego, una veintena de pinturas –algunas de las cuales procedentes de colecciones privadas y que no se habían exhibido en casi cincuenta años– evidencian la singularidad de la abstracción inventada por el artista a finales de los años 1940, una abstracción que procede de la observación de la realidad, la naturaleza y la arquitectura. Destacan especialmente unas doce de pinturas de la serie Gordes-Cristal. En 1948, el artista va a Gordes por primera vez y, bajo el sol de la Provenza francesa, hace un descubrimiento capital para el desarrollo de su obra: la geometría angular del sitio y los poderosos contrastes de luz y sombra que generan juegos ópticos y desestabilizan la visión. El cristal, con sus complejos efectos de reflexión, transparencia y confusión de planos, se convierte así en un modelo para su abstracción. La inestabilidad de estas formas cristalinas, las primeras reflexiones sobre un vocabulario plástico elemental y el deseo de poner en movimiento las formas inertes de la abstracción se combinan para preparar la revolución estética formidable que será el nacimiento del arte óptico-cinético de mediados de la década de 1950: lo que en la próxima década se conocerá como Op Art u Optical Art. Al reducir su lenguaje al blanco y negro, Vasarely define un vocabulario que llama la atención en el mundo energético de las ondas y las partículas. La exposición reúne algunas pinturas destacadas que vibran o parpadean. Con ellas, una forma instantáneamente captada por la vista se transforma en otra sin llegar a estabilizarse.

A principios de la década de 1960, Vasarely comienza a trabajar con lo que denomina el "alfabeto plástico", que consiste en un léxico de seis formas geométricas simples incrustadas en cuadrados de color puro, las "unidades plásticas". Volviendo a uno de los sueños fundadores de la abstracción, su objetivo es crear un lenguaje visual de alcance universal y ofrece así al mundo entero los medios para generar un nuevo "folklore planetario". Es un número casi infinito de combinaciones que autoriza el juego de formas y colores, susceptibles de múltiples aplicaciones. Vasarely recurre en su obra a las permutaciones y a la programación, que reflejan su interés en la cibernética y confieren a sus pinturas un precursor aspecto digitalizado. En la segunda mitad de la década de 1960, los tonos puros del "alfabeto plástico" se enriquecen con valores intermedios introducidos en los mosaicos de los cuadros degradados y de los claroscuros tan propios de algunas de las obras más icónicas del artista.

Persiguiendo el ideal de la socialización del arte defendida de vanguardias, de las que es heredero, y con una inteligencia warholiana de los medios de comunicación, Vasarely se compromete a finales de la década de 1960 a difundir a gran escala sus formas y encuentra sorprendentemente el respaldo de la cultura popular. La secularización de la obra de arte sigue diferentes vías. En primer lugar, lo múltiple (en particular, carteles de gran tirada) y las artes aplicadas. Así, el artista encuentra una manera de asegurar la existencia de su obra más allá del marco institucional del arte. La exposición, que es una de sus características, subraya el asombroso éxito cosechado en los treinta gloriosos, desde 1965 y durante la siguiente década: Vasarely aparece en los periódicos de moda, en las portadas de libros y de revistas, en las carátulas de discos (como Space Oddity de David Bowie), en los platós de televisión o hasta en películas (de Erotissimo [Erotissimo] a Peur sur la ville [Pánico en la ciudad]). La cultura visual popular de la época adopta de lleno la estética vasareliana.
La ambición de un arte social, secular, que acompaña el desarrollo de la "unidad plástica" encuentra su expresión lógica en la realización de integraciones arquitectónicas. En 1954, la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas ofrece a Vasarely su primera oportunidad de concretar sus ideas sobre la integración del arte y la arquitectura, junto con Arp, Calder o Léger. A principios de la década de 1970, el artista interpreta algunas de sus integraciones más famosas: en el nuevo edificio de la estación Montparnasse o en la fachada del edificio de la emisora de radio RTL, en París; o en el comedor de gala del Deutsche Bundesbank, en Fráncfort, reconstruido en la exposición del Centro Pompidou. Todas estas integraciones se presentan en diaporamas, uno de los cuales está dedicado al sorprendente Centre Architectonique d'Aix-en-Provence, inaugurado en 1976. Vasarely consideraba la arquitectura como el medio a través del cual más eficazmente podía compartir sus formas.

Las ensoñaciones cósmicas, entre la ciencia y la ficción, son el objeto de las efervescencias formales de la última etapa de Vasarely. Es un cosmos radiante, multidimensional y transpirable que inspira las grandes series que surgieron en los años 1960 y 1970. Los títulos de sus obras así lo atestiguan: "señales de los mundos", "metagalaxias", "ruido de los cuásares", "latido de los púlsares"... En 1982, el astronauta francés Jean-Loup Chrétien embarca a bordo de la estación espacial orbital soviética Saliout 7 un conjunto de cinco serigrafías del artista, dando a la obra vasareliana el marco interestelar con el que soñaba. Y una última manera de vincular los dos grandes ejes de su obra: la positividad de la ciencia cuya conquista espacial es una de las expresiones más ejemplares; y el gusto por las distorsiones, las excentricidades geométricas y ópticas, tan abundantes en el universo de la ciencia ficción.

in Code Couleur, n°33, enero-abril 2019, pp. 10-15