Martin Barré

Radical, la obra de Martin Barré es una de las más ambiciosas de su tiempo. La última gran exposición parisina dedicada al pintor (1924 - 1993) fue la del Jeu de Paume en 1993, centrada principalmente en su producción de los años ochenta. Esta sucedió a las exposiciones en los museos de Nantes, su ciudad natal, en 1989, y en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de París en 1979.

La exposición, que reúne sesenta y seis pinturas realizadas entre 1955 y 1992, entre las que se encuentran doce de los veinte lienzos de la colección del Centro Pompidou, presenta las principales secuencias de la obra y su propia lógica. Al mismo tiempo, la obra L'Indissociable (1977-1978), compuesta por catorce lienzos, se expone en los espacios de las colecciones, en la planta 4 del Museo. Sólo se expuso una vez en la exposición del Museo de Arte Moderno de la ciudad de París.

Desde mediados de la década de 1950 en adelante, Martin Barré inauguró el camino de una abstracción singular, ni informal ni geométrica. Su pintura se destaca rápidamente como una de las más ambiciosas del momento, buscando más revelar el espacio que producir formas.

El Museo Guggenheim lo añadió a su colección en 1958. Desde 1960, hizo de la línea el elemento central de su lenguaje. Primero trazada directamente con un tubo sobre el lienzo, y luego con un bote de aerosol de 1963 a 1967, la línea posee una doble virtud. Mucho mejor que una forma, remite al gesto que la ha producido, ya sea el movimiento del artista o la fuerza con la que la pintura sale del tubo o del bote. A diferencia de una forma, la línea no ocupa la superficie del cuadro, sino que la transforma en espacio a través de la trayectoria que dibuja en él.

Tras una interrupción de cuatro años, ocupada por un «episodio fotoconceptual», Martin Barré reanudó la pintura en 1972. Hasta 1977, produjo cinco series con las que revirtió la vena reduccionista de los años 1960. Todas las series se han elaborado utilizando el mismo método: 1. Sobre fondo blanco, trazado oblicuo de un fragmento de cuadrícula;  2. Sombreado (o marcado por otro medio) de todas las casillas o algunas de ellas; 3. Aplicación de un velo más o menos blanco. Y la secuencia puede repetirse varias veces, cambiando o no la posición de la cuadrícula, sombreando otras casillas o las mismas, y en este caso con la misma o diferente orientación, antes de aplicar un nuevo velo. Se expone un sistema (líneas, continuas o punteadas, guiones, transparencia de los velos). Sin embargo, pese a su revelación, cualquier efecto de control queda frustrado. El trabajo es serial, no para mostrar la potencia del sistema, sino para señalar su desmesura, la imposibilidad de acabar el programa que abre.

En los años 1980, la figura, que había eliminado el predominio de la línea en los años 1960 y que era simplemente un efecto colateral del sistema en la serie de los años 1970, vuelve a ocupar el primer plano. Con la figura, también es el color el que se afirma, primero en la serie 80-81 con sus sutiles colores pompeyanos, y luego en las últimas series, donde sobre los blancos muy ligeramente coloreados, la figura y el color se identifican entre sí. Durante este período, la pintura de Martin Barré toma el camino de la abstracción geométrica y reinstaura la relación tradicional figura/fondo, que siempre había tratado de frustrar, sin crear sin embargo una ilusión de profundidad del campo pictórico. Estas pinturas logran un impacto inmediato y ofrecen una experiencia pura de la belleza.